camino

(Un cuento de la tradición del olvido)

Se llamaba Eleusis Salvatierra. Lo conocían porque era bueno con todos y más aun con los débiles, a quienes defendía contra aquellos que querían hacerles daño. Protegía a las avecillas del campo y cultivaba flores, unos claveles traídos del ensueño y unas gardenias blanquísimas como la ternura. Tenía en su huerta las rosas más hermosas de todo el valle sureño. Sabía injertar como nadie. Su mano era prodigiosa: planta que trasplantaba, planta que desarrollaba plena. Siembra que efectuaba; lo hacía ya con su cosecha abundante. Amaba la tierra, el agua, el sol, la vida al aire vasto; el campo era su piel, sus ojos, su tacto, su risa.

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